martes, 10 de octubre de 2006

Tributo Zona Cero.
















Solo escucho caos.
Oigo mi corazón latir, fuerte, rabioso en el pecho, ahora abro los ojos, pero no veo nada.
Polvo.
Polvo y silencio.
Segundos antes la explosión fue enorme, era el Big-Bang, no, mejor, el anti Big-Bang, porque si el primero fue origen del Universo, y por ende, de la vida, esta implosión fue precursora de muerte. Muerte de personas, muerte de ideales, muerte de libertades, en fin, muerte.
Ya no se erigen como fieles bastiones del capitalismo que fueron, ya no recortan la silueta de la ciudad, ya no comportan sino un vacio inmenso, una historia, que sin duda quedará viva en la memoria de todos, en los libros, en las crónicas, en los recuerdos, pues el icono del progreso, de la ambición y del sueño se derrumbó macabramente recordándonos una vez más que solo estamos de paso, que nada es absoluto y que la perennidad no existe.
No solo pierde la capital del mundo, perdemos todos y cada uno de nosotros...

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